Mi regalo

En navidad, mi tía me regaló un reloj de escritorio. Bien bonito, con alarma, fecha, día y...termómetro. No lo puse en mi escritorio porque no se veía bien, no lo puse en mi velador porque ocupa mucho espacio. Lo puse colgado en la pared (tiene esa opción) en frente de mi cama junto al televisor.

Y ahí está estoico, luciendo todas sus funciones, incluyendo como no la temperatura. Es entonces cuando un regalo bonito, práctico y útil comienza a transformarse en tu peor torturador. Es como el suplicio chino, ese (entre muchos otros) en que el castigado es ubicado con una gotera sobre su calva cabeza, perforando su cráneo de manera inexorable. Así mismo se ve la temperatura, incluyendo el primer decimal, creciendo de manera continua con el paso de las horas y bajando ligeramente por la noches, tan ligeramente que no resulta ser consuelo alguno.

Pero es bonito el reloj. Quizás sea aún más bonito en otoño y primavera, pero aún falta para saberlo. Por lo pronto, probablemente mañana lo ponga unos minutos en el refrigerador y así podamos ser mejores amigos.

Feliz año a todos!!!